Conoce la historia de los Implantes Dentales
Primeros desarrollos históricos
Reemplazar dientes perdidos con un aditamento anclado al hueso no es totalmente un concepto nuevo.
Descubrimientos arqueológicos mostraron que los antiguos Egipcios y civilizaciones de Sudamérica ya experimentaban con la re-implantación de dientes perdidos con substitutos de marfil o madera tallados a mano.
En el siglo XVIII los dientes perdidos eran a veces reemplazados con dientes extraídos de otros donadores humanos. El proceso de implantación era rudimentario y los rangos de éxito extremadamente bajos debido a la fuerte reacción inmune del individuo receptor.
En 1809, Maggilio fabricó un implante de oro colocado inmediatamente después de la extracción. Posteriormente otros investigadores intentaron el mismo procedimiento con postes de platino, otros con un disco de platino con corona de porcelana, y se siguió experimentando con diferentes aleaciones metálicas y fórmulas de porcelana.
El primer implante de alguna manera exitoso fue el colocado por Strock en 1937 de la Universidad de Harvard, hecho de una aleación de cobalto – cromo – molibdeno Vitalio), implantado después de la extracción sin complicaciones postoperatorias, probado tanto en animales como en humanos.
Desarrollos en la Historia Moderna
En el intervalo de mitades de los años 30 al presente se siguieron desarrollando los conceptos de implantes dentales formando así la variedad de distintas clases de implantes de hoy en día. Estas modalidades incluyen los implantes “subperiósticos, de hoja o lámina perforada, de rama mandibular y los implantes endóseas en forma de raiz”.
Estos los describiremos en la sección de tipos de implantes.
El gran salto en la Implantología Oral se logró en 1952 en el laboratorio de Microscopía Vital de la Universidad de Lund, Suecia, por un equipo Sueco dirigido por el Dr. Ingvar Branemark, un cirujano ortopedista. Uno de sus proyectos de investigación fue el de estudiar los procesos microscópicos de la cicatrización ósea experimentando en conejos. Comenzó diseñando un cilindro de titanio y lo colocó en el fémur del conejo, observó que varios meses después el cilindro se había fusionado al hueso, a este fenómeno lo llamó Oseointegración. Posteriormente utilizó tornillos de titanio como anclajes óseos para los dientes faltantes.
El concepto de Oseointegración evolucionó muy de cerca con el diseño de los tornillos cilíndricos de titanio con un tratamiento específico en su superficie para lograr su bioadaptación.
Desde entonces han surgido nuevo métodos de implantes dentales, la mayoría muy similares al diseño original del tornillo de titanio del Dr. Branemark. Además muchas compañías siguen investigando y mejorando los implantes.